El león agazapado
Publicado por etiopia el 11 de julio del 2020 a las 13:42El león agazapado
“Etiopía está haciendo todo lo humanamente posible para contener el virus y que la curva de contagios no llegue a ser muy pronunciada porque, sí así ocurriera, colapsaría los hospitales. Todos sabemos que el león está agazapado en espera de atrapar a la presa.” Pilar Pueyo, colaboradora de la Fundación EtiopiaUtopia y residente en Addis Abeba, no puede ser más explícita.
Situada en la región del llamado cuerno de África, con una extensión de 1.104.300 km2, una población de 109’2 millones de habitantes y una esperanza de vida en torno a los 65 años, Etiopía es un país empobrecido. El PIB, en 2018, era de 84’36 millones de dólares USA y su renta per cápita se situaba, entonces, en 622 dólares.
¿Cómo hace frente Etiopía a la pandemia del Covid19? ¿Por qué su nivel de contagios y mortalidad llama la atención por su bajo nivel de impacto?
La respuesta no radica en los recursos económicos, sino más bien, en la capacidad humana para afrontar una crisis sanitaria que trae de cabeza a la mayoría de los países del mundo.
A pesar del reducido número de casos oficiales, el país pronto optó por aplicar una política de aislamiento progresivo, sin llegar al confinamiento total de la población y recomendando el distanciamiento social.
Las previsiones más pesimistas apuntan a que Etiopía pueda alcanzar los 28 millones de personas contagiadas y una mortalidad muy por encima de los actuales indicadores. Las y los especialistas de salud etíopes repiten por activa y por pasiva su convencimiento de que hay personas infectadas locales que se están escondiendo. De ahí que se estén haciendo test de puerta en puerta.
El 13 de marzo, la ministra etíope de Sanidad, Liya Tadesse, confirmó el primer fallecimiento por coronavirus (en junio de 2020 son 18). Se trataba de un ciudadano japonés, de 38 años, que llegó el cuatro de marzo procedente de Burkina Fasso.
El león daba su primer aviso. Para entonces, el país había adoptado las medidas necesarias para evitar la propagación del virus.
Nombrada ministra de Sanidad en enero, Tadesse es la que está marcando todos los pasos a seguir. Mezquitas y casas religiosas de los protestantes se cierran y sólo permanecen abiertas las iglesias de la cristiandad ortodoxa, porque dan cobijo a las personas sin hogar; proporcionan alimentos a las y los más vulnerables y recogen de la calle a niñas y niños que deambulan sin saber a dónde ir o dónde poder comer.
Entretanto, las y los estudiantes de formación profesional fabrican mascarillas, pantallas protectoras e hidroalcohol; el alumnado de tecnología repara cientos de respiradores para suministrar a los hospitales.
En las calles, las y los vendedores ambulantes prosiguen con su actividad ofreciendo sus productos a compradores distanciados a más de un metro. Basta una sola cuerda de esa longitud para separar a unos de otros.
Como en otros países, el gobierno ha pedido a las y los profesionales médicos retirados y a quiénes están en prácticas, que se preparen por si la situación requiere un apoyo extra.
Addis Abeba, la capital del país, es una gran urbe cuya población es de 3’5 millones de habitantes y el verdadero centro neurálgico de Etiopía. Confinar a su población sería un auténtico mazazo para la economía y pondría en serio peligro la lucha contra el virus. De su actividad depende garantizar el abastecimiento necesario para el resto de la nación; la preparación de los necesarios equipamientos médicos y la formación del personal sanitario. Es también el lugar desde donde parten los laboratorios móviles que recorren las zonas rurales para el reparto de test o el necesario material preventivo.
Al igual que ocurre en otros países africanos, Etiopía es un país extremadamente joven: sólo un 3% de la población es mayor de 65 años y, casi la mitad, es menor de 15 años. Es decir, todo lo contrario a lo que ocurre en Europa, que tiene una insostenible pirámide poblacional invertida. Basta echar una mirada a las estadísticas de estos días para constatar este hecho. En este sentido, es innegable que la demografía etíope juega a favor de la contención de la pandemia.
Conviene también atender a falsos mitos en torno a la afectación de la enfermedad en función de la “raza” del paciente. Se ha llegado a publicar que los negros enferman menos. Falso.
Gracias a los avances en el terreno del estudio del genoma humano, realizados en las últimas décadas, hay sobradas evidencias de que esta preocupación precientífica es infundada, las razas no existen; los seres humanos compartimos una similitud genética del 99’9%, dejando las variedades fenotípicas interindividuales como parte del 0’01 que nos diferencia. En Estados Unidos la población negra también padece el coronavirus e incluso, por razones económicas y sociales, su impacto es mayor que entre los blancos.
Tedros Adhanoum
La lucha de Etiopía contra el Covid19 debe mucho a la figura del actual director general de la Organización Mundial de la Salud. Biólogo de profesión, Tedros Adhanom Ghebreyesus pertenece a la etnia tigre y está reconocido como uno de los mayores expertos mundiales en la contención de la malaria. Al terminar sus estudios de Biología en 1986 fue reclutado como trabajador en una oficina del gobierno provisional del Derg. Una práctica obligada, en aquellos años, para quienes terminaban sus estudios. Su éxito en la expansión del sistema sanitario en su país en la pasada década, en la que ejerció el cargo de ministro de Sanidad, le valió el respaldo de la comunidad científica internacional y el prestigio político entre sus rivales.
Tras su nombramiento ministerial en 2002, le bastaron tres años de intensa actividad para lograr resultados formidables en el control de las enfermedades infecciosas.
En 2012 es nombrado ministro de Exteriores y se convierte en uno de los políticos más dinámicos del continente africano. Logra así proponer innumerables iniciativas para combatir las enfermedades infecciosas que tanto daño causan a la región y consigue alinear a un buen número de países para procurar su contribución en aras a secundar los Objetivos del Milenio fijados por la ONU.
En 2017 se presenta a la dirección general de la OMS con el decidido apoyo de los países africanos y China. Su única rival es la paquistaní Sania Nistahr que no consigue su elección gracias al sistema de votación que rige en la OMS, donde cada país es un voto y no hay vetos.
Sus más recientes iniciativas tienen que ver con el llamamiento que ha lanzado al conjunto de las naciones para que colaboren en el descubrimiento de una vacuna que ponga fin a la pandemia provocada por el Covid19. Una llamada que deja de lado la presión de quienes buscan lograr el antídoto y hacer negocio con la salud de la población mundial.
El presidente norteamericano Donald Trump no parece haber encajado bien que sea Tedros Adhanoum el director general de la OMS. Su decisión de suspender la financiación de este organismo sanitario tiene mucho que ver con la estrategia de acoso y derribo del actual directivo.
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